Créalos y destruyelos. La verdadera filosofía de los mandalas
- Carolina Villegas
- 25 sept 2018
- 2 Min. de lectura

Recientemente existe un auge de mandalas para colorear y conectarnos con nuestro propio ser, si bien aquello es válido no está de más conocer un poco acerca del origen de esta forma circular sagrada que ha existido desde tiempos remotos y se ha popularizado bastante en los últimos años.
Un mandala es un símbolo de sanación, integración, totalidad y tiene su origen en la India en donde han sido utilizados como imágenes de meditación en las ramas del budismo, el más conocido es el mandala tibetano de la rama Vajrayana.
Según el profesor Snellgrove, citado por Grace Cairns en su escrito sobre la Filosofía de la India, los mandalas pueden trascender ese significado que se les ha dado de un mero “círculo mágico” , pues alrededor del símbolo central que puede ser un circulo y que representa la verdad absoluta en sí misma, existen otros símbolos dispuestos que representan los aspectos manifestados de esa misma verdad. Su función, es la integración de quien lo realiza con la realidad cósmica total.

Desde su concepción más básica, la filosofía Budista de los monjes Tibetanos, la construcción de un mandala se hace para representar geométricamente el cosmos. Estas obras magníficas pueden ser realizadas bajo petición de las comunidades para traer paz a la tierra o como herramienta de meditación. En su elaboración pueden participar hasta cinco monjes.
No obstante, llegados a este punto te preguntarás ¿por qué destruirlos entonces? Pues bien, la principal enseñanza del budismo es la no permanencia, por eso, transcurridos unos días de la creación de los mandalas de arena, en los cuales su presencia se utiliza para la meditación, los monjes recogen todos estos granos de colores y los vierten en una corriente de agua, pues lo importante no es la obra como tal terminada sino el proceso de su creación; es allí donde se representa lo efímero de la existencia.
Aun cuando esta sea la filosofía de la creación de los mandalas su popularización se ha venido dando a través de las adopciones que han hecho religiones y culturas de este símbolo sagrado. Esto quiere decir que para el Hinduísmo, los Indios nativos americanos, los aborígenes australianos e incluso para nosotros, la simbología de este círculo perfecto y tridimensional no tiene porqué finalizar necesariamente en su destrucción, sin embargo, si queremos adoptar el principio budista de la no permanencia lo podemos intentar y experimentar las sensaciones que aquello traiga a nuestro ser.
Recuerda que puedes ampliar la información que te brindo de manera resumida en las siguientes páginas de donde he consultado información.
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